viernes, 5 de junio de 2009

DISCURSO - PRESENTACION DEL LIBRO


Muy agradecido al Gobierno Regional del Callao y especialmente al doctor Alex Kouri, por incluir dentro de las actividades del mes de abril, el mes de las letras, la presentación de la obra TU PRESENCIA DE HECATOMBE, fruto de la paciencia y la reflexión más que de la emoción, pese al título.

Agradecido al Callao porque esta ciudad representa para mí un referente obligado en mi biografía.

Agradecido al doctor Pantigoso y al poeta Winston Orrillo por los generosos comentarios vertidos.

Reconocido a nuestro gran poeta César Moro a quien le debo el título de la obra, cuando decía: “…Y el paisaje que brota de tu presencia cuando la ciudad no era no podía ser sino el reflejo inútil de tu presencia de hecatombe…”

César Moro, menos conocido que el otro César, César Vallejo, Vallejo el de Trilce más que el de los Heraldos Negros, mucho más el de los Nueve Monstruos que el de los Dados Eternos. Vallejo complejo, difícil, duro.

Vallejo que nos revela a todos los peruanos que desde nuestra parquedad, podemos elaborar pensamientos complejos, inducciones universales, podemos filosofar, criticar con la misma alta reflexión que la cultura alemana o la griega. Y Vallejo nos recuerda cada día que somos dignos de cualquier altura.

Como él, César Moro, el solipsista Martín Adán, Eielson, todas esas bajas pasiones que disfrutamos, alcanzaron acaso para la patria, lo que el país aun no consigue disfrutar en otros campos del saber, la ciencia o la política. Poesía y filosofía se demandan mutuamente son dos cumbres separadas por el abismo, dicen.

No quiero que la improvisación del discurso a viva voz me impida entregarles algunas claves de este espacio literario abierto con la obra, por lo que me voy a permitir leer sus líneas maestras. Aprovechar este momento irrepetible.

Y en concreto, la obra pretende tres cosas: explicar, si se puede, la fascinación poética, el misterioso destino de los poetas, víctimas de su singular modo de interpretar la vida, o como dirían otros… víctimas de sus propios demonios, su vida no está al margen de su obra sino que su vida es parte de la obra. El verdadero poeta no requiere mostrar su obra, ni proclamarse poeta, porque toda acción que emprenda, lo denuncia, lo vende. Vive poéticamente.

El Expediente Buenaventura, es la parte cifrada del libro. El misterio de la poesía, que siguiendo el planteamiento de la obra, se emplea como prueba de cargo para acusar de subversivos a los protagonistas de la novela. Un expediente de 31 poemas divididos en cinco apartados: Los hechos, Indicios razonables, Sin miramientos, La mirada perdida y Cadena perpetua, se conectan con la narrativa pero tienen vida propia, son versos de exploración.

Precisamente la exploración poética me llevó a revisar la mirada del poeta, esa mirada que no se pierde en lo evidente sino que remira la gente, la calle, el mundo desde esa otra visión.

Y no había otra forma de internarme en ese bosque, que empleando los mismos recursos, es decir, a punta de versos. Por ello, El Expediente Buenaventura no es una colección de versos, es una obra orgánica.

Otra mirada, otra forma de entender la realidad, un ejercicio del conocimiento único de la poesía. Por ello, en el primer apartado se avoca a revisar la calle, el compromiso del hombre con su espacio, con los otros, en su yo solidario de conmoverse por el otro y a la vez ser digno de compasión. Luego en el apartado Indicios Razonables, el poeta harto de su cotidianeidad decide partir a reunirse con su destino poético, tema repetido constantemente por los poetas. Un poema Inventario nos demuestra el peligro de la rutina, cuando Laura busca algo en el tacho de basura: “Propaganda de dulces, de pólizas/ una hoja de almanaque marcada/ con aspas en lunes, en martes/ puchos de cigarrillos, una taza/ sin asa, un abrazo, otro, la familia/ no acaba uno de conocerla/ un billete de lotería/un arete de fantasía/un frasco, dos frascos,/una receta descartada/una sonrisa perfecta/adorna la etiqueta/de tus últimas/toallas higiénicas”


En Sin Miramientos, el poeta es víctima de la ensoñación, ya no distingue entre el espacio del poema y su avanzar por el mundo buscando su suerte.

Por fin los dos últimos subtítulos son un ensayo sobre la reunión del individuo con la especie, advertida con mayor claridad a través del poema. El uso del lenguaje figurado arranca a las palabras de su significado ordinario y nos entrega esa otra mirada de las cosas que proviene de lo remoto, una especie de exploración arqueológica del individuo a través de las palabras.

Un poema central por ello para entender la obra es precisamente Tu Presencia de Hecatombe donde el poeta se refugia en el desván y se solidariza con las cosas que ahí se arrojan, decidiéndose por su rescate: “¡Libres y felices sin remedio vamos! / Remotos, sucios, delirantes/ ese caos que va desnudo adelante/rapada la cabeza y luenga la barba/ soy yo, mírenme por las calles/ gobernando la marcha/ ¡agitando alegre/ una campana!

¿Quién es hecatombe? ¿Dimas? ¿Buenaventura? ¿Sueños derribados que se pierden en otros emprendimientos delirantes? ¿Otra hazaña? ¿El individuo hombre que se pierde en el género Humanidad, con hache mayúscula, cargado de inconciencia para seguir su camino?


El universo del poeta: la soledad, el aislamiento, el camino, por fin la locura, temas también recurrentes de la poesía.

Por último, en el poema Química se enfrenta el hombre con su pasado remoto, es decir, con todas las vidas que le ha tocado vivir (“dogmas, filosofías copiaron redimida/ a la criatura: imperfección por La Perfección creada/ humana por culpa humana/¡Un buen polvo de madrugada! /De la contradicción somos la prueba/heredando ganas y reproches/ en esta caminata silbando/que no acaba/que no acaba/Pujando entre dos piernas/del Paraíso nos expulsaron/ ¡Una vida, dos vidas!/ ¡Cuánto dura el castigo!/-Yo la llevo-/Que sueños traerá la agonía/ La muerte no es el enemigo/ …Luego seremos ceniza /polvo, una nada al cosmos luego/la especie reúne, puja, puja/Ay! otro quebranto, otro juego”)

Es verdad, en la medida que el individuo se encuentra con su herencia genética va siendo cada vez menos individuo para volver al género, a la horda. Se sabe que en algunos casos de delirios de locura, el delirante pierde la conciencia de sí mismo para protagonizar solo conductas elementales, casi animales. A sabiendas o no, decía Van der Post, todos vivimos, además de nuestras personalísimas vidas, la vida de nuestra época y otras. En este asunto, todos los derechos de propiedad le pertenecen a la vida en general deseosa de sí misma, una voluntad ciega de vivir. Por eso Jung hablaba de sueños surgidos del inconciente personal y sueños que brotan del inconciente colectivo. Exploremos el penúltimo poema de la obra, donde la pugna entre el Ser (la moral) y el No Ser (el instinto) está declarada, terminando con el triunfo de este último cuando se pregunta el poeta: “¿Quién eres mi No Ser?/ ¿O de verdad no eres?/ ¡Qué importa!/ Sólo sé que se desbarata/ la cadena de causas/ trasciendo al despertar/ en nuevos sueños/ ¡Si estoy muerto me da igual!”

No podía contarse tenía que cantarse por ello el tono épico de la entrega. Otra verdad, es que, en efecto, estos poemas no son poemas de amor.

Decía que el verso y la novela se complementan, espero que los versos leídos sirvan de clave, sobre todo para entender los capítulos finales de La Voz Cantante, donde Dimas se encuentra preso de sus delirios, sospechando que se va perdiendo en el ensueño, en la locura, en el olvido esa otra forma de morir según Borges.

La obra tiene dos partes muy definidas pero repito es orgánica, las concordancias al principio del libro permiten leer de modo integrado la obra completa.

El poeta encuentra en sus delirios motivo suficiente para incursionar en las grandes causas, cautivado por los grandes ideales. Y el romanticismo más inspirado lleva hacia el anarquismo, otra de las cosas que persigo explorar en este libro. La tesis del poeta como hombre rebelde que encuentra en el anarquismo la razón objetiva de su quehacer.

Obra y autor son uno solo, el político anarquista no es distinto al poeta, el anarquista nunca deja de ser un artista, por eso cada proyecto idealizado de la sociedad racionalizado por una burocracia administrativa, vale decir, el Estado, le resulta repulsivo. El grado de deshumanización alcanzado, está retratado con angustia comprometida e indignada. Toda sociedad injusta y desigual legitima la desobediencia, cargada de renovados contenidos, para que neutralice el hechizo revolucionario, la acción voluntariosa de cambiar las cosas abruptamente.

El anarquismo produjo verdaderos mártires de la lucha social, que pese a su violencia… a nadie escapa lo noble de su causa. Pero he aquí otro estigma que los persigue…entender anarquismo como sinónimo de caos total, desorden generalizado, hecatombe y la doctrina anarquista no fue eso, por el contrario sostenía y sostiene la urgencia de crear una nueva moral donde el consenso se logre sin coacción, sin la divinización de la ley, donde se respete al otro por un acto de libre voluntad. El ascenso moral del hombre.

La lucha contra cualquier orden impuesto lleva al anarquismo a proclamar la extinción del Estado, como autoridad que ejerce el poder por medio de la coacción, de la adhesión a la ley no de la cohesión, no de la solidaridad, más bien reprime, cuando no, tolera, pero a través del juego de las influencias, porque sabe que igual la ley va a ser obedecida. Precisamente, el marxismo se encargó de tildar a los anarquistas, de socialistas utópicos descartables y descartados. Les robó parte de su ideario, su estrategia y hasta sus mártires.

Convirtió al Estado en el mayor ogro burocrático de la historia. Un Estado que programa la vida de los ciudadanos, que planifica, en principio, cuánto va a vivir una persona y luego, consigue las cifras de la cantidad de bienes y servicios que va a consumir durante toda esa vida, para por fin, programar el gasto que demande. Podrá el Estado o el mercado, ese otro monstruo, controlar la cantidad de libros que debe leer un hombre durante su vida u cuáles, no lo creo, por más subliminal o sofisticado que sea el medio a emplear. Es más difícil. Por eso es necesario escribir. Dejar testimonio de nuestro tiempo.

Un Estado que tiene el monopolio del bien común y la fórmula mágica para conseguirlo, debe permitir la crítica. Sin capacidad de cuestionar, el individuo se convierte en un señor que no se indigna con nada, obediente, que lee diarios, ejemplar.

El anarquismo era un grito de libertad, tuvo en el Perú al pensador más deslumbrante, Manuel González Prada, conciencia viva del país.

Y si bien en los noventa, época en que se desarrolla la historia, no hubo anarquismo, quise a través de la ficción recrear las grandes líneas estratégicas del anarquismo, pero ¡cuidado! no es una declaración de motivos.

Por eso la historia planteada en la obra, fluye a través del testimonio de cada personaje: Dimas, pionero de la invasión de Cerro Colorado. Buenaventura, anarquista confeso, quien salva a Dimas de morir atropellado por una avalancha de ambulantes desalojados de la vía pública, y Laura, mujer de Buenaventura, atrapada en la lucha social. Hombres y mujeres que sobreviven en un país que los hunde. Idealistas víctimas de sus propios ideales. La vida está llena de heroísmo.

Por último, la otra cosa que quiero rescatar en la obra, es a esa “especie en extinción” que son los recitadores. Ese ejercicio de la memoria que consigue a través de los breves momentos del recitado ser otra persona, el que quiso el poeta o el personaje que quiere escuchar el público. Los protagonistas de la obra son declamadores, uno de ellos, Dimas, reconocido en el libro, como la voz cantante, porque hasta hace poco canción era sinónimo de poema más que de música. Ahora que reinan las melodías de 3 minutos y medio, con letras sujetas a la melodía no queda mucho de esa acepción. Dura competencia para el orador.

Sin embargo el poeta recibe el homenaje que no recibe el novelista, el verso se lee y se recita. El poema recitado siempre tendrá esa magia que le agrega la interpretación. Una especie de actor que acaba un breve parlamento. También es verdad, una exposición al peligro.

El poema proclamado entonces, es el grito que llama a la batalla, que causa las más grandes adhesiones, usado por igual por políticos, líderes espirituales y bohemios. Puede conseguir de la tribuna “un morir por él” o “matar por el”. Para el poeta basta el asombro de unos ojos.

Esos eran los objetivos que me propuse cuando escribía este libro que está a disposición del público, no sé si lo he conseguido, pero debo confiarles –al cabo me siento en mi casa y rodeado de amigos- que el éxito o no de la obra, jamás podrá sustituir a esos maravillosos momentos que concede el proceso creativo, cuando va tomando forma la obra, descubriendo acaso la verdad, hasta apoderarse por completo de la voluntad del autor.

Muchas gracias.